Después de la tormenta caida entre el Viernes y el Sábado, ya deseaba que saliera el sol, y la verdad es que hoy Domingo, era el típico día primaveral ideal para salir de casa, una temperatura media de 20º, un sol cegador y cálido, una ligera brisa refrescante, pero sobre todo un cielo aunque nublado pero con un color azul que dan ganas de tirarte en la hierba del jardín y pasarte el día viendo como se mueven las nubes.

Pero había que almorzar, así que viendo las opciones, la decisión final recayó sobre Lozoya, un pequeño pueblo de la Sierra Norte a una hora y media, si decides dirigirte por la carretera del Puerto de Canencia, que la verdad es que en esta época está en todo su explendor, con esos bosques, ese aire de sierra, pero sobre todo porque se escuchan los grillos y los pájaros, que todo sea dicho es realmente relajante para un Domingo.  El pueblo está rodeado de grandes masas forestales, que contrastan con el azul del embalse que se encuentra a sus pies o el rumor del riachuelo que cruza sus calles, lo que resume el encanto de esta localidad.

Para almorzar la elección del Domingo fue el Restaurante Fernando, un local donde el menú campestre comparte protagonismo otros platos habituales de cualquier restaurante de sierra, pero donde hay algunas sorpresas culinarias que te dejarán las ganas de volver en otra ocasión, aunque el sitio en sí no tiene ningún encanto especial, ya que no se han centrado en la decoración.

Para comer tienes dos opciones o tapas o menú a la carta, tanto una u otra te podrás encontrar con platos realmente llamativos, incluyendo varios platos de pescado, mi elección fue de aperitivo unos Pimientos del piquillo rellenos con gambas, de primero unos Buletus pastora y como segundo plato Lomo de choto con patatas, todo ello maridado con una cerveza Mahon sin alcohol.

Los platos estaban bien servidos y preparados, excepto el de Buletus pastora, ya que prepararlos al ajillo es demasiado simple, cuando hay cientos de recetas donde con algo más elaboración, quedarían realmente buenísimos.  El resto de los platos estaban bien, aunque pienso que un poco de atención en la presentación, con algún detalle sin demasiadas complicaciones, ganaría mucho los platos, que todo sea dicho, con la competencia que tienen con los varios restaurantes que tienen a su lado, tienen que plantearse marchar la diferencia, ya que el menú y el precio es similiar entre ellos.

Los postres si que destacan por su originalidad y preparación, entre los que destacaría el Pastel de queso al caramelo, la Panna cotta con frambuesa o el Melocotón asado con toffee, aunque la elección final fue la Crema crujiente con azucar tostada y Hojaldre de manzana caramelizada, para empezar se apreciaba el cariño en la preparación, aunque sean postres sencillos de elaborar, pero eso si que era terminar una comida con cierta satisfacción.

Para bajar la comida, te recomiendo un paseo por la rivera del pantano o visitando la Hermita de Santa María de Fuensanta, para posteriormente volver en coche por el otro lado de la montaña, dirigiéndote a Rascafría, pasando por el Monasterio de Santa María del Paular para dar otro paseo y finalmente volver hacia Miraflores de la Sierra para volver a Madrid.

Donde encontrarlo: Plaza Antonio Blanco nº 11, Lozoya, Madrid

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