Leyendo la prensa, he encontrado esta entrevista en ABC de Córdoba, publicada ayer que pienso que es interesante y te transcribo …
Un documento de 1531 colocado en una vitrina indica que un tal Pedro Garrido Platero adquirió en esa fecha una bodega por seis ducados y trece pares de gallinas. Esta sería la prueba de que los antepasados de Antonio Sánchez ya estaban relacionados con el mundo del vino desde hace casi 500 años. Pero la fundación exacta de la bodega actual data de 1844, cuando Antonio Sánchez Prieto la creó en un molino de nombre la Noria. Luego, en 1922, el marido de su tía carnal, José María Toro Albalá, la traslada a la antigua central eléctrica de Aguilar, donde aún permanece. Hoy, Antonio Sánchez es la cabeza visible de un negocio que ha desafiado el paso del tiempo. En sus 75 años de vida ha sido testigo de toda suerte de avatares. De los años pujantes del fino y de los años de abatimiento. Como ahora.
La del fino es una cultura en peligro de muerte.
La del vino es una cultura que no se muere. Pero la crisis nos ha tocado de lleno.
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En toda la conversación con este ingeniero agrícola reconvertido en bodeguero, sobrevuela como una letanía la aguda crisis que vive el sector desde hace décadas. Pero Antonio Sánchez (Aguilar, 1936) no es hombre abonado al pesimismo. Podríamos decir incluso que digiere con aguda ironía todos los contratiempos que ha afrontado en su vida. Hasta el monumental escándalo que se desató cuando la Guardia Civil precintó su legendario museo. Pero eso es harina de otro costal. Lo cierto es que su biografía ha estado presidida por la historia del negocio familiar. De hecho, con apenas siete años ya estaba metido hasta el tuétano en las labores propias de una bodega. «Me mandaba mi tío a limpiar la lagareta o las bombas», recuerda sentado sobre una silla de la sala de recepción del vetusto edificio.
Luego vino todo rodado. Estudió ingeniería agrícola, se fue a Burdeos a especializarse en enología y regresó para poner un laboratorio propio. Eran los años del «boom» de Montilla-Moriles y llegó a asesorar a 18 cooperativas y 25 bodegas de toda Andalucía. Pero, claro, eran otros tiempos. En la Denominación había 32.000 hectáreas de viñas, cerca de 300 cosecheros, decenas de bodegas y cooperativas, miles de empleos generados. Hoy el imperio vinícola ha enflaquecido. Baste un dato: apenas quedan 6.500 hectáreas de viñas, 2.000 de las cuales se encuentran sin cultivar.
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Esto del mundo del vino es como una religión.
Es algo casi innato. Ves el vino desde lejos y sabes si es malo o bueno.
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Siguiendo el símil, un bodeguero sería como un sacerdote.
Casi. Sólo le falta confesar. Y no es una exageración. La gente, cuando se toma cinco o seis copillas, te confiesa de todo. Pero hay que ser prudentes con el secreto de confesión.
Ahí lo ven. Con un sentido del humor cáustico, que provoca la risa abierta de su hija Rosario, responsable de comunicación de Toro Albalá. Como cuando ironiza sobre su propia formación profesional y dice: «No sé distinguir una cebada de una papa. Hasta las macetas se me secan».
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Usted no se recomendaría.
Si tiene olivos, vaya usted a otro. Es mejor.
La bodega está sometida a un pequeño zafarrancho estival. Lo que no impide que Antonio Sánchez nos muestre todas y cada una de las dependencias del edificio. El laboratorio, la sala de reuniones, las modernas cubas de acero y, finalmente, la vieja bodega con decenas de barriles de madera, donde se respira un aire como de otro tiempo. «No nos gusta cómo se está poniendo esto», subraya. «No sabemos si es que a la juventud no le gusta el vino o es la crisis. Y eso que nosotros tenemos fama de ser de los que mejor van».
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Aparte de un extracto de uva, ¿qué es el vino?
Un alimento, un benefactor fabuloso para la mano de obra. El vino pierde la noción del tiempo. En Egipto ya se usaba en la segunda dinastía. Puede tener 15.000 años de vida. Siempre con sus altibajos.
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Usted espera un renacimiento del vino.
Sí. El tinto ha tenido un marketing muy bueno, con el resveratrol, que es saludable para el corazón. Pero ahora el fino va a presentar una novedad, basada en sus antioxidantes.
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Es un problema de marketing.
En el inicio fue marketing, apoyado por una realidad, que es la del resveratrol. Pero aquí no tenemos capital para hacer un marketing de ese tipo.
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Un experto enólogo dijo en ABC que tenía en las venas mitad sangre mitad vino. ¿Usted llega a tanto?
Somos del estilo.
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¿Tantos litros se ha metido por el cuerpo?
Bebemos con prudencia. Normalmente más que otros, pero tenemos el cuerpo habituado al vino. A mí nunca me ha dolido la cabeza.
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¿Es partidario del exceso?
No. El exceso es malo. Eso lo sabemos nosotros mejor que nadie. Estamos en contacto con bebedores y cuando se pasan se quedan hechos una piltrafa.
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¿La cerveza le quita el sueño?
La cerveza no la hemos considerado nunca nuestra competidora. Tiene su mercado, más bien europeo.
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Aquí se bebe más que el vino.
Pues sí: ahora posiblemente lo sea. Vas a un bar y no ves copas de vino. Nada más que refrescuchos de esos.
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¿Cómo se reconquista el mercado?
Difícil, porque no tenemos dinero. Los políticos han apoyado poco al vino. Ni los de derechas ni los de izquierdas. Aquí no viene nunca un político para nada. Ni para darme ánimos.
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¿Pero usted qué necesita: ánimo o dinero?
Más que todo ánimo. Para el dinero, ya vienen los bancos.
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¿Cómo puede sobrevivir una bodega 150 años?
La supervivencia la garantizan los hijos. Pero ahora les ha dado por no gustarle lo que hacen los padres.
¿Ése es su caso?
Hay de todo. Tengo un hijo que no hay quien lo meta en la bodega. La mayoría cierran porque no tienen continuidad. Y peor en las viñas. Ahí sí que no hay nadie. Eso de coger las tijeras de podar mientras llueve…
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¿Por qué se huye del campo?
Porque en el campo hay que trabajar. Se cobra y se vive mal.
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¿Con vino las penas son menos?
Sí. Te tomas tu copita y ya está.
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En este mundo de twiter, ¿qué pinta una taberna?
La taberna es imprescindible. Es el único centro de unión. Yo voy todos los días.
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¿El PX salvará Montilla-Moriles?
Ya veremos. Tenemos que enfocarlo a la mujer. Al hombre no le gusta. Aquí estamos 15 y nadie toma dulce.
Pero no sólo de vino vive Antonio Sánchez. Es propietario de uno de los museos más singulares de la comarca. En un semisótano del edificio, conserva una colosal colección de piezas de alto valor arqueológico y antiguos artilugios domésticos e industriales. Planchas de época, ollas a presión, teléfonos, radios e infinidad de objetos sorprendentes que conserva en perfecto estado. El museo fue intervenido por la Guardia Civil en el año 2004 en un escándalo que traspasó las fronteras de Córdoba y España. Luego, el caso fue archivado. Hoy Antonio Sánchez contempla aquel episodio sin acritud y hasta con una pizca de socarronería.
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¿Qué encuentra usted en las piedras?
Es un mundo precioso. Vives las épocas, los materiales. Ahora estoy con la arqueología industrial.
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Por lo que se ve, de la tierra no sólo la vid.
Hombre, claro. Aguilar es muy rica en restos arqueológicos. Pero está expoliada. La gente de Estepa o de Osuna lleva aquí siglos buscando cosas.
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¿A qué le teme más: a una directiva de la UE o a un agente de la Guardia Civil?
Le temo más a los de Europa. Con la Guardia Civil me llevo muy bien.
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¿Hizo las paces con la Benemérita?
No las perdí nunca.
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¿Cómo ve el futuro: con la botella medio vacía o medio llena?
La veo media. Yo no lo digo por mí, sino por ellos (sus hijos). Como el negocio no vaya próspero ellos también se desaniman.