En más de una ocasión, me ha sucedido que he ido a comer o cenar a un restaurante o casa de un amigo y como tenía que conducir el coche para volver a casa, no podía beber vino. Aunque eso no me supone ningún problema, algo que me incomoda es no saborear «adecuadamente» la comida; por eso el otro día me puse a pensar en otra forma de sentir el aroma del vino y saborearlo en la comida aunque fuera ligeramente para así disfrutarla aunque fuera de una manera relativa.
Una solución es coger una cucharita de café, llenarla de vino y echarla sobre la carne o el pescado, pero la verdad es que luego te tacharán de maleducado. Así que pensando, se me ocurrió que una solución sería la sal de vino, algo sobre lo que había leído y un producto que no falta en ninguna tienda gourmet, pero que todavía sorprende a mucha gente por lo desconocido que resulta su uso, sobre todo en ensaladas y pescados.
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